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Marcos 6, 1-6. Nadie es profeta en su tierra
05.07.2015 07:20Marcos (6,1-6):
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor
Reflexión
¿Por qué un profeta no pude ser admitido en su propia tierra? Cristo nos da la respuesta. Por falta de fe de la gente, en este caso de sus parientes. Nos cuesta creer en una persona que ha convivido mucho tiempo con nosotros y ahora viene a darnos lecciones de vida. "¿Pero no es este el hijo del carpintero, cómo es que salen tantos milagros de sus manos?"
Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque la fe es un inmenso don de Dios y vale más que la vida misma, pues sólo con ella puede el hombre caminar en su existencia hacia el destino eterno, aunque a veces no vea, aunque le rodeen espesas tinieblas, aunque le azote la duda, aunque le domine el miedo, aunque le invada el desaliento, ya que "el justo vive de la fe".
La fe fue la fuerza en su peregrinar par este mundo de todos aquellos hombres de Dios y lo seguirá siendo para todos aquellos que deseen y quieran ir tras las huellas de Cristo.
La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios. Es caminar, sufrir, caer y levantarse tratando de ser fiel a Dios a quien no vemos con nuestros ojos materiales, pero sí con los ojos de la fe. Pues si vemos las cosas como nosotros queremos, entonces dejaría de ser fe y sería certeza de lo que queremos ver. En definitiva la fe es fiarse de Dios y confiar en Él. Por ello, digamos a Cristo con humildad: "Creo Señor, pero aumenta mi poca fe".
Propósito
Reconocer y honrar diariamente a Jesús, que se me manifiesta continuamente en la oración. Antes de tomar una decisión importante me preguntaré cuál es el ejemplo que Jesucristo me da en el Evangelio para tratar de imitarlo.
Tomado de
Marcos 4, 26-34. La semilla que crece
14.06.2015 09:42Marcos (4,26-34):
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor
Meditación del Papa Francisco
La esperanza entra en esta dinámica de dar vida. Sin embargo, la primicia del Espíritu no se puede ver. No obstante, sé que el Espíritu obra. Obra en nosotros como un grano de mostaza diminuto, pero que por dentro está lleno de vida, de fuerza, que va hacia adelante hasta convertirse en árbol. El Espíritu obra como la levadura. Así la obra el Espíritu: no se ve, pero existe. Es una gracia para pedir.
Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza hemos sido salvados, y otra cosa es vivir como buenos cristianos no más. Vivir a la espera de la revelación o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del más allá o instalados en la laguna artificial. (Cf. S.S. Francisco, 29 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
¿No es ésta la más pequeña de entre todas las semillas? Y aún así es el más grande de todos los arbustos. Así es la vida interior, y Cristo nos la ha dado ha conocer de esa misma manera.
Lo único que se tiene que hacer para poseer ese magnifico arbusto es cultivar esa pequeña semillita hasta que crezca totalmente. Así la vida interior, en un principio es como una pequeña semilla, posteriormente, dentro de nuestro corazón, crece tanto que llena todo el corazón. Es como el amor que da verdadera felicidad, es tan pequeño al inicio que hay que irlo cultivando para que crezca y se fortalezca. Poco a poco éste se hace más fuerte hasta que se mantiene en pie por sí solo, pero sigue siendo frágil, porque cualquier hachazo puede derribarlo, por lo tanto necesita un cuidado continuo.
Esto es lo que hay que hacer con la vida interior, cuidarla cuando este bien crecidita, para que ningún hacha o sierra eléctrica nos lo vaya a echar para abajo.
Propósito
Como rama viva de la Iglesia, buscaré sostener a otros con mi oración y testimonio de vida cristiana coherente.
Diálogo con Cristo
Jesús, ayúdame a cumplir mi misión de vivir un cristianismo activo al servicio de tu Iglesia. Ayúdame a ser el instrumento para que otras personas encuentren a Dios.
TOMADO DE
Juan (20,19-23): Enviados con el poder del Espíritu de Dios
24.05.2015 06:38Juan (20,19-23):
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Palabra del Señor
Meditación del Papa
Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: "Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor". Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén. Benedicto XVI, 12 de junio de 2011.
Enviados con el poder del Espíritu de Dios
Reflexion
Entre la lectura de los Hechos de los Apóstoles y el Evangelio de hoy parece haber una incongruencia cronológica. En efecto, el libro de los Hechos de los Apóstoles dice claramente que Jesús, después que resucitó de entre los muertos al tercer día, “se les presentó dándoles pruebas de que vivía, dejándose ver de ellos durante cuarenta días” (Hech 1,3), y que al cabo de este tiempo ascendió al cielo dandoles esta instrucción: “No os ausentéis de Jerusalén, sino aguardad la Promesa del Padre, que oísteis de mí: que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hech 1,4-5). Esos pocos días fueron diez, de manera que, como estaba prometido, el Espíritu Santo vino sobre los apóstoles en forma de un viento impetuoso cincuenta días después de la resurrección de Jesús, el día quincuagésimo, dicho en griego, suena “pentecostés”.
En cambio, el Evangelio nos relata la primera de las apariciones de Jesús resucitado ocurrida “al atardecer de aquel día”, es decir, el mismo domingo de la resurrección, y afirma que en esa ocasión Jesús “sopló y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo’”. Nos preguntamos ¿cuándo recibieron los apóstoles verdaderamente el Espíritu Santo, tantas veces prometido por Jesús (Jn 14,15-17; 14,25-26; 15,26-27; 16,7-11; 16,12-15), el mismo día de la resurrección o en el día pentecostés?
Ciertamente el verdadero día de la efusión del Espíritu sobre los apóstoles fue el día quincuagésimo. Una razón poderosa es que así lo ha celebrado la Iglesia sin vacilaciones desde sus orígenes, y que esta tradición la recibieron de los mismos apóstoles que son los que mejor saben cuándo recibieron este don que los habilitó para salir a anunciar con convicción todo lo que habían visto y oído: “se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”.
Por otro lado, todos hemos visto una abundante iconografía del episodio de Pentecostés, en que el don del Espíritu se hizo sensible por medio de la ráfaga de viento y visible por medio de las lenguas de fuego que se posaron sobre los apóstoles. En cambio, no recordamos haber visto una representación de Cristo en actitud de soplar. Si éste hubiera sido el momento de la efusión del Espíritu, sería ésta la imagen más difundida. Podemos agregar, además, que en este episodio no estaban presentes todos los apóstoles, pues faltaba Tomás. En cambio, el día de Pentecostés Jesús se había cerciorado de que no faltara ninguno; el libro de los Hechos de los Apóstoles nos entrega la lista completa de los Once, más Matías, que ocupó el lugar de Judas Iscariote (cf. Hech 1,13.26), y subraya: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar” (Hech 2,1).
¿Qué sentido tiene, entonces, el gesto de soplar que Jesús hace y sus palabras: “Recibid el Espíritu Santo”? Podemos decir que es una nueva promesa, más expresiva que las anteriores, de ese don del Espíritu que los apóstoles habían de recibir en su momento. En esa ocasión Jesús aclara que, gracias a ese don, ellos podrían continuar la misma misión que él recibió de su Padre: “Como el Padre me envió, así yo os envío”. La misión de Jesús consistió en ofrecer su vida en sacrificio para remisión de los pecados. Los apóstoles son enviados a administrar los méritos infinitos de la pasión y muerte de Cristo: “A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles
Tomado de
Marcos (16,15-20): El Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios
17.05.2015 16:53Marcos (16,15-20):
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en m¡ nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Palabra del Señor
Comentario:
Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio
de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)
El Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios
Hoy en esta solemnidad, se nos ofrece una palabra de salvación como nunca la hayamos podido imaginar. El Señor Jesús no solamente ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, sino que, además, ¡ha sido llevado a la gloria de Dios! Por esto, el camino de retorno al Padre, aquel camino que habíamos perdido y que se nos abría en el misterio de Navidad, ha quedado irrevocablemente ofrecido en el día de hoy, después que Cristo se haya dado totalmente al Padre en la Cruz.
¿Ofrecido? Ofrecido, sí. Porque el Señor Jesucristo, antes de ser llevado al cielo, ha enviado a sus discípulos amados, los Apóstoles, a invitar a todos los hombres a creer en Él, para poder llegar allá donde Él está. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16,15-16).
Esta salvación que se nos da consiste, finalmente, en vivir la vida misma de Dios, como nos dice el Evangelio según san Juan: «Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17,3).
Pero aquello que se da por amor ha de ser aceptado en el amor para poder ser recibido como don. Jesucristo, pues, a quien no hemos visto, quiere que le ofrezcamos nuestro amor a través de nuestra fe, que recibimos escuchando la palabra de sus ministros, a quienes sí podemos ver y sentir. «Nosotros creemos en aquel que no hemos visto. Lo han anunciado aquellos que le han visto. (...) Quien ha prometido es fiel y no engaña: no faltes en tu confianza, sino espera en su promesa. (...) ¡Conserva la fe!» (San Agustín). Si la fe es una oferta de amor a Jesucristo, conservarla y hacerla crecer hace que aumente en nosotros la caridad.
¡Ofrezcamos, pues, al Señor nuestra fe!
https://evangeli.net/evangelio
Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo B
22.03.2015 17:00 Juan (12,20-33):
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Palabra del Señor
REFLEXION
Comenzaba la cuaresma recordando la alianza que Dios prometía a Noé después del diluvio. Aquella promesa no ha sido vana. Los domingos de cuaresma nos han ido presentando las diversas manifestaciones de la alianza de Dios no solo con su pueblo, sino también con toda la humanidad y aun con la creación entera.
Hoy se nos dice que esa alianza está escrita en el corazón de todos los hombres. Y que su signo es precisamente el perdón y la misericordia de Dios. Nadie es capaz de perdonarse a sí mismo. Sólo Dios nos absuelve. Sólo Dios puede crear en nosotros un corazón nuevo.
EL DESEO
El evangelio de Juan evoca una escena muy interesante. Algunos paganos que han acudido a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, comunican a dos de los discípulos de Jesús que desean ver a su Maestro (Jn 12,20-33). El relato es paradójico al menos por tres motivos.
Aquel deseo de los paganos podría haber suscitado en Jesús un sentimiento de alegría y de humana satisfacción. Perseguido y humillado en su propio pueblo, Jesús se veía reconocido por los extranjeros. Llegaba el momento en que iba a ser glorificado por los de fuera.
Sin embargo, aquella glorificación no era la que cualquier maestro o predicador podría esperar. Jesús sabe que la hora de su glorificación coincide con la hora de su entrega y de su muerte. Jesús es el grano de trigo sepultado en el surco. Sólo así dará mucho fruto.
La mayor parte de nosotros buscamos un momento de gloria en el reconocimiento social de nuestras obras. El evangelio deja bien claro que la gloria de Jesús viene solamente del Padre de los cielos, no del aplauso humano.
EL SERVICIO
Aun así, Jesús reconoce que su sacrificio será muy significativo para el mundo: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”. Pero esa atracción no pasa por el triunfo humano sino por un servicio, al que se alude por tres veces:
“El que quiera servirme que me siga”. Los paganos buscan ver a Jesús, pero Jesús dirá que son dichosos los que creen sin haber visto. Hay que aprender a seguirle por el camino para servirle como a nuestro Maestro y nuestro Señor.
“Donde esté yo, allí también estará mi servidor”. Si con frecuencia caemos en la tentación de la altanería, Jesús nos recuerda que estamos llamados al servicio. Lo compartimos con él en la vida y lo compartiremos con él en la gloria.
“A quien me sirva, el Padre lo premiará”. Al fin de la jornada, lo que realmente vale ante el Padre celestial no son nuestros triunfos sociales, sino el humilde servicio que cada día prestamos a su Hijo y a su mensaje.
- Padre santo, que tu voz nos ayude a descubrir la vida y el misterio de tu Hijo, para que nos dispongamos a seguir sus pasos con alegría y podamos mostrar a todos los hombres el camino que lleva hasta Él. Amén
José-Román Flecha Andrés
Domingo 4º de Cuaresma - Ciclo B
15.03.2015 08:59Juan (3,14-21):
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Palabra del Señor
Meditación del Papa Francisco
Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama "el Reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús y tener esta alegría cristiana que es un don del Espíritu Santo.
Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios transpira, se ve. El cristiano no puede esconder su fe, porque transpira en cada palabra, en cada gesto, también en los más sencillos y cotidianos: transpira el amor que Dios nos ha donado mediante Jesús. Recemos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y en el mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz. » (S.S. Francisco, Ángelus, 27 de julio de 2014).
tomado de
COMENTARIO
EL Evangelio de este Cuarto Domingo de Cuaresma; nos abre totalmente a la esperanza en nuestra vida cristiana.
Vivimos en la sociedad tiempos de desesperanza y de falta de horizontes y sin embargo el Evangelio de hoy nos ofrece la solución definitiva:”De tal modo-dice-amó Dios al mundo que le entrego a su Hijo único, a fin de que todo el que crea en él no perezca”.
Quien no ama, quien siembre su corazón de espinas; no conoce a Dios, es más bien un hipócrita que se queda en ritos y formas. Es decir, quien obra según la verdad camina hacía la luz.
tomado de
Domingo 3º de Cuaresma - Ciclo B ¡El celo por tu casa me devora!
08.03.2015 08:12Juan (2,13-25):
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Palabra del Señor
Meditación del Papa Francisco
Cuando los que están en el Templo - sean sacerdotes, laicos, secretarios, pero que tienen que gestionar en el Templo la pastoral del Templo - se convierten en comerciantes, el pueblo se escandaliza. Y nosotros somos responsables de esto. También los laicos. Todos. Porque si yo veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener la valentía de decírselo al párroco a la cara.
Es curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen una debilidad, resbalan sobre un pecador... saben perdonar. Pero hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar: un sacerdote apegado al dinero y un sacerdote que maltrata a la gente. ¡No consigue perdonar! Y el escándalo, cuando el Templo, la Casa de Dios, se convierte en una casa de negocios.
Jesús no estaba enfadado, es la ira de Dios, es el celo por la Casa de Dios, porque no se pueden servir a dos amos: o rindes culto al Dios viviente, o rindes culto al dinero.
¿Por qué Jesús se la toma contra el dinero? Porque la redención es gratuita, Él viene a traernos la gratuidad de Dios, la gratuidad total del amor de Dios. Cuando en la Iglesia o las iglesias se hacen negocios, se ve que no es tan gratuita la salvación... Y por esto Jesús toma la fusta en la mano para hacer todo este rito de purificación en el Templo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Este pasaje del evangelio, trata actitudes de Jesús, que hasta entonces no habían sido vistas. Cuando expulsa a los mercaderes del templo, toma una actitud fuerte contra ellos, porque el celo por la casa del Padre le devora y no puede ver un ultraje así sin reaccionar. Y también nos anuncia todo lo que va padecer y su posterior gloria, pero esto de una manera indirecta, por la frase: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Como dice el Papa Benedicto XVI, estas actitudes de Jesús, nos van preparando para vivir esta cuaresma: imitando a Jesús en su celo por la casa del Padre, destruyendo nuestro cuerpo con el ayuno y la abnegación, y sabiendo sufrir como Él, para después levantarnos con Él en la resurrección. ¡Y qué mejor manera de venerar la casa de Dios, que viviendo la caridad para con el prójimo, cuyo cuerpo es el templo del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!
Tomado de
Domingo 2º de Cuaresma - Ciclo B
01.03.2015 09:20Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Palabra del Señor
Reflexion
1. Se transfiguró en su presencia (v. 2)
Seis días después... Esta referencia temporal alude al relato del Éxodo (24, 16) cuando Moisés subió al Sinaí y la nube (de la gloria de Yavé) lo cubrió durante seis días. Era la preparación para promulgar los mandamientos de la Alianza.
La montaña en la Biblia es el lugar privilegiado de las teofanías, (manifestación de Dios). Los vestidos resplandecientes son signo de la gloria de Jesús.
La transfiguración es un destello anticipado de la resurrección de Jesús y de la confirmación de la obra de Jesús por parte del Padre. Como será en su día la resurrección. El Padre aprueba lo que Jesús va realizando y el camino sufriente como Mesías Salvador.
2. Se les aparecieron también Elías y Moisés (v. 4)
Elías representa a los profetas. Moisés representa a la Ley. Así dividían los judíos los libros del Antiguo Testamento. Tanto Moisés como Elías contemplaron en diferentes montes (Moisés en el Sinaí y Elías en el Carmelo) la gloria de Dios. Marcos quiere significar que Jesús es la plenitud de la profecía y de la Alianza. Es el Mesías esperado y prometido.
3. ¡Qué bien estamos aquí! (v. 5)
La contemplación de Jesús, radiante y glorioso, llena de temor a Pedro y a los compañeros. Y brota espontáneamente de la boca de Pedro el gozo y el deseo de permanecer en ese momento de júbilo.
Con Jesús resplandeciente, se sienten bien los discípulos. A Jesús sufriente lo dejarán abandonado y solo. Con Jesús hay que estar, confiando en Él, en los momentos agradables y en los momentos difíciles.
4. Éste es mi Hijo amado; escúchenlo (v. 7)
Se trata de un acontecimiento similar al del bautismo de Jesús. Aquí se hace en presencia de los discípulos. Porque ellos van a iniciar la verdadera comunidad de discípulos de Jesús, que han de sentirse "hijos amados en el Hijo". Y, por tanto, han de estar en esa postura constante de identificarse con el Hijo amado. Es el imperativo del Padre: escúchenlo.
5. Vieron sólo a Jesús con ellos (v. 8)
No hay que instalarse en las dulzuras de la oración. Hay que bajar de la montaña (v. 9) para reemprender la rutina de cada día con sus problemas y sacrificios. La glorificación ha de pasar por el túnel amargo de la persecución y la muerte.
Hay que subir a la montaña del encuentro con el Señor. Para luego convertir la vida diaria en un "encuentro" más sencillo con el mismo Dios. Y así transformar nuestra pequeña historia en "historia de salvación".
Jesús sigue presente en nuestra vida con toda su eficacia, pero su presencia es sencilla y entre penumbras.
3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
Hoy nos invita la Palabra, sobre todo, a la contemplación de Jesús en su transfiguración. Todo en la vida de Jesús es resurrección. El acontecimiento de la transfiguración es un signo de la vida gloriosa de Jesús.
Nos quedamos como los discípulos maravillados de la presencia luminosa de Jesús. ¡Qué bien estamos con Él! El gozo de la oración, del encuentro con Jesús, ha de perdurar en nuestra vida para ir dominando las contrariedades que nos puedan llegar. Como sucede en el relato posterior, narrado por Marcos (9, 14-29).
4. ORA (Qué le respondo al Señor)
Gracias, Jesús, por esta revelación que nos haces. Con frecuencia quedamos envueltos y golpeados por nuestros temores. Pero, sabemos que Tú vives en nosotros para hacer resplandecer nuestra obscuridad y dar ánimo a nuestra existencia.
Que nos dejemos siempre iluminar por el resplandor de tu luz y por la energía de tu resurrección.
5. CONTEMPLA
A Jesús, resplandeciente, luminoso, bello. Que transforma toda nuestra vida.
A cada uno de nosotros que, como Pedro, Santiago y Juan, gozamos con el encuentro de luz con el Señor, pero decaemos y nos desanimamos.
6. ACTÚA
Me dejo invitar por Jesús para subir a la montaña del encuentro con Él y con el Padre.
Disfrutar del tiempo de oración-contemplación: ¡Qué bien estoy aquí
Repetiré. Yo soy la Luz del mundo (Jn 8, 12).
Tomado de
Domingo 1º de Cuaresma - Ciclo B
22.02.2015 08:12Marcos(1,12-15):
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en eldesierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, ylos ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea aproclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos ycreed en el Evangelio.»Palabra del Señor
Meditación
del Papa Francisco
La vida
de Jesús ha sido una lucha. Él ha venido a vencer el mal, a vencer al príncipe
de este mundo, a vencer al demonio. Y la lucha contra el demonio la debe
afrontar cada cristiano.
El
demonio ha tentado a Jesús muchas veces y Jesús ha sentido en su vida las
tentaciones como también las persecuciones. También nosotros somos tentados,
también nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del
Mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere
que nosotros seamos discípulos de Jesús. ¿Y cómo hace el espíritu del mal para
alejarnos del camino de Jesús con su tentación?
La
tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas
para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de
Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo,
crece y contagia a otro, se transmite a otro, intenta ser comunitaria. Y al
final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica. (Cf
Homilía de S.S. Francisco, 11 de abril de 2014, en Santa Marta).
Tomado de
Reflexión
Del mismo modo que «el Espíritu empujó a Jesús al desierto», hoy nos arrastra a nosotros a la Cuaresma, nuestro desierto.
Según Marcos, Jesús no es llevado al desierto para hacer nada, ni para discernir cómo realizar su misión, ni para recibir ninguna revelación especial, ni para fundar una comunidad religiosa. Sencillamente, Jesús es llevado al desierto, y allí
«se quedó cuarenta días», siendo tentado por Satanás.
Tradicionalmente, comenzamos la Cuaresma haciendo un compromiso, o nos proponemos un sacrificio,
o buscamos corregir un defecto, o pretendemos adquirir un hábito espiritual.
Sin embargo, siguiendo el ejemplo de Jesús, tal y como lo narra Marcos, podemos entrar en la Cuaresmo, no para hacer algo, sino para estar, para estar con Dios.
Tenemos por delante cuarenta días para recuperar el gozo del silencio. Apagar la televisión, la radio o la música. Sentarnos para no hacer nada, sin ningún objetivo. Dejarnos cautivar por el silencio. Dejar aflorar a la conciencia nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestra vida. Dejarnos llenar de la presencia de
Dios.
Al comenzar, podemos asustarnos al ver que no es fácil, como no es fácil vivir en el desierto. También debemos tener claro que vamos a ser tentados por Satanás con el desánimo, con pensamientos de que esto es absurdo y no conseguimos nada,
poniéndonos nerviosos, y otras mil artimañas con tal que abandonemos el «desierto».
Como Jesús, viviremos «entre alimañas», que nos van a dificultar el silencio y la paz interior: el ruido de la calle, el jaleo dentro de casa, las muchas cosas que
aún nos quedan por hacer, la imaginación que no para de trabajar, las prisas, las llamadas, el buscar frutos inmediatos, y otras muchas cosas que nos
pincharán y no nos dejarán tranquilos.
Por otro lado, contamos con «ángeles» enviados por Dios para nuestro servicio: el recuerdo de aquellos momentos entrañables de oración, la necesidad del silencio, el deseo de estar con Dios, descubrir el bien que nos hace esos
momentos de parada en nuestra vida, el testimonio de otras personas que ya lo han experimentado, ver que sí lo podemos hacer.
¿Por qué no intentarlo? No tenemos nada que perder; como mucho, algunos minutos de nuestra vida. Y sí tenemos mucho que ganar. Esos momentos de «desierto», de
sentarse en silencio, nos pueden ayudar a encontrarnos con nosotros mismos y encontrarnos con Dios, a conocernos mejor a nosotros mismos y conocer mejor a
Dios, y a valorar con más exactitud lo que somos y lo que tenemos y las cosas que nos pasan.
Recordemos
que al desierto se va con lo esencial, lo único imprescindible para sobrevivir; y al silencio se entra desnudo, sin nada con lo que excusarnos o donde escondernos. Del desierto y del silencio se vuelve con la experiencia de
conocer mejor quiénes somos y de habernos encontrado con Dios. Y no olvidemos que es el Espíritu de Dios quien nos empuja al desierto cuaresmal.
Juan Conejero Tomás
tomado por https://conversaciones.es/conversaciones/evangelio-segun-san-marcos-112-15/
Domingo 6º del Tiempo Ordinario - Ciclo B Marcos (1,40-45)
15.02.2015 00:21Marcos (1,40-45):
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor
Meditación del Papa Francisco
¡Dejémonos tocar y purificar por Cristo, y seamos misericordiosos con nuestros hermanos!
«El evangelio de este domingo nos muestra a Jesús en contacto con la forma de enfermedad considerada en aquel tiempo como la más grave, tanto que volvía a la persona “impura” y la excluía de las relaciones sociales: hablamos de la lepra. Una legislación especial reservaba a los sacerdotes la tarea de declarar a la persona leprosa, es decir, impura; y también correspondía al sacerdote constatar la curación y readmitir al enfermo sanado a la vida normal.
Mientras Jesús estaba predicando por las aldeas de Galilea, un leproso se le acercó y le dijo: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús no evita el contacto con este hombre; más aún, impulsado por una íntima participación en su condición, extiende su mano y lo toca —superando la prohibición legal—, y le dice: “Quiero, queda limpio”. En ese gesto y en esas palabras de Cristo está toda la historia de la salvación, está encarnada la voluntad de Dios de curarnos, de purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones. En aquel contacto entre la mano de Jesús y el leproso queda derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, entre lo sagrado y su opuesto, no para negar el mal y su fuerza negativa, sino para demostrar que el amor de Dios es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. Jesús tomó sobre sí nuestras enfermedades, se convirtió en «leproso» para que nosotros fuéramos purificados.» (Ángelus de Benedicto XVI, el 12 de febrero de 2012).
Reflexión
El leproso del evangelio de hoy nos presenta una realidad muy cercana a nosotros: la pobreza de nuestra condición humana. Nosotros la experimentamos y nos la topamos a diario: las asperezas de nuestro carácter que dificultan nuestras relaciones con los demás; la dificultad y la inconstancia en la oración; la debilidad de nuestra voluntad, que aun teniendo buenos propósitos se ve abatida por el egoísmo, la sensualidad, la soberbia ... Triste condición si estuviéramos destinados a vivir bajo el yugo de nuestra miseria humana. Sin embargo, el caso del leproso nos muestra otra realidad que sobrepasa la frontera de nuestras limitaciones humanas: Cristo.
El leproso es consciente de su limitación y sufre por ella, como nosotros con las nuestras, pero al aparecer Cristo se soluciona todo. Cristo conoce su situación y no se siente ajeno a ella, más aún se enternece, como lo hace la mejor de las madres. Quizá nosotros mismos lo hemos visto de cerca. Cuando una madre tiene a su hijo enfermo es cuando más cuidados le brinda, pasa más tiempo con él, le ofrece más cariño, se desvela por él, etc. Así ocurre con Cristo. Y este evangelio nos lo demuestra; el leproso no es despreciado ni se va defraudado, sino que recibe de Cristo lo que necesita y se va feliz, compartiendo a los demás lo que el amor de Dios tiene preparado para sus hijos. Pongamos con sinceridad nuestra vida en manos de Dios con sus méritos y flaquezas para arrancar de su bondad las gracias que necesitamos.
Propósito
Rezar durante el día una jaculatoria que me ayude a transformar mi orgullo en amor. Puede ser: Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
Tomado de