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Domingo 30º del Tiempo Ordinario - Ciclo A ♥El Gran Mandamiento♥
26.10.2014 06:43Mateo (22,34-40):
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Palabra del Señor
Meditación del Papa Francisco
Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una “caridad a la carta”, una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios; se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 180)
Reflexión
La religión consiste en amar a Dios. El versículo que cita Jesús (Dt 6, 5) es parte del Shema: el “credo” básico y esencial del judaísmo. Esta frase, con la cual también hoy se da inicio a cada servicio litúrgico hebraico, es el primer texto que todo joven hebreo aprende de memoria. Significa que debemos dar a Dios un amor total, un amor que controla nuestras emociones, que dirige nuestros pensamientos y que mueve cada una de las acciones.
La verdadera religión comienza con el amor y la entrega total de la vida a Dios. Este amor a Dios debe salir de nuestro corazón y convertirse en amor a los hombres. Observemos el orden de los mandamientos: primero debe venir el amor a Dios y después el amor al prójimo. Sólo podemos querer verdaderamente a los hombres si amamos a Dios. Esto sucede porque hemos sido creados a su imagen y semejanza.
También en la sociedad actual el amor a Dios es un factor insustituible. Si eliminamos el amor a Él, con más facilidad se abre el camino a la impaciencia, a la rabia y al odio entre lo hombres. Así, la paz y la convivencia fraternal desaparecen.
Tomado de
Domingo 29º del Tiempo Ordinario - Ciclo A “¿Dónde comulgas? ¿Cómo es tu corazón?“
19.10.2014 17:59Mateo (22,15-21):
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra del Señor
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mateo (22 15-21)
LOS POBRES SON DE DIOS
A espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Le envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.
La trampa está bien pensada: “¿Es lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.
La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.
Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?
Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.
Por eso, les recuerda algo que nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.
No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en la práctica religiosa.
Tomado de https://odresnuevos.wordpress.com/evangelio-domingos/evangelio-19-octubre-2014/
Domingo 28º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
12.10.2014 08:45Evangelio
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Comentario
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
El Reino de Dios es en todos estos domingos y en la predicación de Jesús el eje central del Evangelio. Esta vez el Reino es comparado con un banquete de bodas, un Rey que celebra la boda de su hijo, invita a ella a la gente importante: “tienen tierras, negocios…”, pero todos tienen otros intereses que les importan más. Es curioso que no acudan a la invitación, siendo el Rey quien invita, es una afrenta, por eso el Rey envió sus tropas y acabó con ellos. Puede tener su explicación: quizás el Rey era el mismo Rey de la cruz, de los humildes y de los pobres. Quienes rechazan a los pobres no pueden sino rechazar a un Rey que les cambia los esquemas. Para ir al banquete o entrar en el Reino los menos preparados parecen los más dispuestos, los de “los cruces de los caminos”, (¿les suena, de los domingos anteriores?).
El texto también nos acerca a la Eucaristía, símbolo del Reino, es el banquete del hijo, del esposo, que establece con nosotros una relación de amor. El que pretenda entrar en el banquete debe dejar a un lado sus intereses y negocios, porque lo importante es compartir con Dios y los hermanos la misma mesa. Por eso se invitará a los de los caminos, a los que no tienen tierras ni negocios, a los excluidos y marginados que están en los cruces, a buenos y malos. El banquete, el Reino, como dice la primera lectura de hoy es “para todos los pueblos” (Isaías), es universal, es católico. Por eso nuestra Iglesia, nuestra Eucaristía, no debe casarse con las clases sociales de mayor prestigio y dinero, es para todos, no puede ser que los pobres están en la puerta pidiendo y los de dentro cantemos “los pobres hemos puesto la esperanza en Ti”, aunque sea remotamente los marginados de las encrucijadas y de las periferias deben ser invitados y estar dentro.
Mateo introduce al final la idea de que los invitados deben ser conscientes de que entrar en el Reino implica revestirse interiormente con el traje del banquete. Es la exigencia de Reino: hemos sido invitados gratis y por amor, pero algo debemos hacer para que el amor no quede en bellas palabras. No es abaratando el cristianismo, (bautizamos a todos), como contribuimos a su universalidad, quizás sólo lo prostituimos. El celo por ser misioneros y extender el Evangelio, debe llevarnos no a la fácil componenda, sino al cambio interior profundo. El Evangelio del Reino no parece admitir vías intermedias, estamos invitados todos, no estamos obligados, pero si aceptamos nuestra vida debe cambiar. Comprender la universalidad del Reino y las exigencias para entrar en él es el tema que nos ocupa hoy. ¿Cuál es el criterio, el traje?: el amor fraterno por encima de todas las demás cosas, aunque aparentemente las normas, las leyes, e incluso nuestros planes pastorales, parezcan importantes.
Hoy es el día del Pilar, patrona de España y de la Hispanidad, María sabe de esto, ella canta que Dios: “desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío”. Atentos, quizás sea este el criterio definitivo
Tomado de
Domingo 27º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
05.10.2014 06:39Mateo 21,33-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?" Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
COMENTARIO
por Mons. Rafael Escudero López-Brea
obispo prelado de Moyobamba
La parábola de Jesús en el evangelio de este domingo es una alegoría en la que cada rasgo tiene su significación: el propietario es Dios; la viña, el pueblo elegido de Israel; los criados, los profetas; el hijo es Jesús, muerto fuera de las murallas de Jerusalén; los viñadores homicidas, los judíos infieles; el otro pueblo al que se le dará la viña, los paganos. La parábola tiene como objeto denunciar la reprobación del antiguo pueblo de Dios, por su manifiesta oposición a la autoridad divina. Jesús indica aquí los bienes inmensos dispensados a Israel, la respuesta negativa de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y la profecía sobre su propia muerte a manos de los mismos. Es como un resumen de la historia de la salvación.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchen otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar para hacer el vino, construyó la casa del guardián, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje”.
La viña es el pueblo de Israel. En esta viña vivieron y trabajaron los patriarcas y los profetas. La viña es la Iglesia en la que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles. El Propietario del cielo la plantó como viña selecta. La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, a nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, que sin Él no podemos hacer nada y con Él y para Él trabajamos gozosos como criados y amigos del Hijo del Propietario.
“La viña es nuestra alma y la palabra de Dios es la vid que en ella se planta. Y así como a los pastores de la Iglesia se les confía la viña del Señor, que es la Iglesia misma y el pueblo de Dios, así a cada uno de nosotros, cuando somos iniciados en la fe por el Bautismo, se nos da la viña de nuestra alma para que la cultivemos para Dios”(Orígenes).
“Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los viñadores, para recoger los frutos que le correspondían. Pero los viñadores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon”.
Esos viñadores homicidas son los jefes de Israel que maltrataron y asesinaron a los profetas que Dios les enviaba para recordarles sus deberes y denunciar sus pecados.
Estos viñadores somos nosotros que, en vez de dar los frutos que el Señor espera, le proporcionamos decepciones y amarguras; en vez de buena acogida, le maltratamos en multitud de ocasiones. Dios cuida de nosotros como el propietario cuida de su viña, pero apaleamos a los profetas y rechazamos a los apóstoles que nos son enviados por Él.
“Envió de nuevo otros criados, en mayor número que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a mi hijo”.
Contrasta con la crueldad de los viñadores la bondad, la paciencia y la perseverancia de Dios que va hasta el final, hasta sacrificar lo que es más precioso para Él, su propio Hijo, al que lo envía, por amor, para nuestra redención.
En todos los tiempos Dios envía mensajeros que anuncian con fuerza el Evangelio y renuevan las conciencias de aquellos que acogen el mensaje de salvación y no endurecen el corazón. Puesto que Dios nos ha amado hasta darnos a su propio Hijo, ni la muerte, ni el pecado nos arrancarán se su amor.
“Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero: lo matamos y nos quedamos con su herencia. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”.
Aquí Jesús se aplica a sí mismo la parábola: Él se designa como el Heredero, el Hijo que conoce al Padre, que es distinto de los criados que Dios envió antes a su pueblo, superior a ellos y a los propios ángeles.
Jesús fue echado de su pueblo por la sentencia del Sanedrín que le condenó a morir en manos de los gentiles, y murió fuera de las puertas de la ciudad de Jerusalén.
Y nosotros ¿qué hemos hecho con el Hijo de Dios, en las inspiraciones, en las exhortaciones que escuchamos, en las comuniones eucarísticas que recibimos, cuando por su gracia se ha hecho presente a nuestro espíritu? Muchas veces lo crucificamos por segunda vez cuando pecamos, para nuestra propia condenación. Hemos sido infieles a la gracia de Dios, ingratos a sus dones, duros ante la insistencia de su amor. Necesitamos pedir perdón, hacer penitencia y reparar el daño amando más que antes, más que si no hubiéramos pecado. Necesitamos dar el fruto del amor arrepentido.
“Y, ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores? Le contestaron: Hará morir sin compasión a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.
Es la profecía de la desolación de Jerusalén. Así murieron en aquella ocasión los jefes de Israel en la destrucción de la ciudad por los romanos. La viña, los bienes del Señor pasaron a ser herencia de los gentiles.
“Y Jesús les dice: ¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho: ha sido un milagro patente?”.
El Mesías rechazado por los dirigentes del pueblo, la pobre piedra que los constructores habían juzgado inútil y fue despreciada, es luego una hermosa piedra muy apreciada que se coloca en el lugar esencial de la construcción, en el ángulo que une dos muros. Es de esta piedra que depende toda la solidez del edificio.
También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios. El Señor mismo se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra angular. Los Apóstoles construyen la Iglesia sobre ese fundamento que le da solidez y cohesión.
Tenemos una constante tentación de edificar nuestra vida sobre nosotros mismos y no sobre la piedra angular que es Cristo, fundamento de todo el edificio.
“Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que produzca sus frutos”.
Al pueblo de Israel y a sus dirigentes les ha sido encomendado el reino, pero no han dado frutos en el tiempo oportuno. Por eso, esta misión pasa otro pueblo que sepa y quiera darlos. A ese pueblo concederá el Señor sus gracias, que producirá frutos abundantes de santidad.
Tomado de https://prelaturademoyobamba.com/2014/09/30/evangelio-del-domingo-27%C2%BA-ordinario-2-de-octubre-de-2011/
Domingo 26º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
28.09.2014 08:29 Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor
reflexion
• Mateo 21,31ª: La implicación de las autoridades en la historia de los dos hijos. Jesús formula la historia en forma de pregunta. Al comienzo dice: “Pero, ¿qué os parece?” y al final termina preguntando: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?" Los que escuchan son padres de familia y responden desde lo que debe haber acontecido varias veces con sus hijos: Los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo respondieron "El primero". Esta es la respuesta que Jesús quería oír de ellos y por donde los coge en flagrante para comunicar su mensaje.
• Mateo 21,31b-32: La conclusión de Jesús. “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él”. La conclusión de Jesús es evidente y muy dura. En la opinión de los sacerdotes y de los ancianos, los publicanos y las prostitutas eran personas pecadoras e impuras que no hacían la voluntad del Padre. En opinión de Jesús, publicanos y prostitutas, de hecho, decían “No quiero”, pero acababan haciendo la voluntad del Padre, pues se arrepienten ante la predicación de Juan Bautista. En cuanto a ellos, los sacerdotes y los publicanos que oficialmente siempre dicen “¡Sí, señor, voy!”, pero acaban no observando la voluntad del Padre, pues no quisieron creer en Juan Bautista.
tomado de
Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo A Los trabajadores de la viña
21.09.2014 06:47Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Reflexión
Cristo necesita tus manos, tu inteligencia, tu servicio, para hacer algo por los demás
Pagar el salario justo y a tiempo es lo que pedimos de todos los empleadores de la tierra. Que, tal como dice el Levítico y el Deuteronomio, todos los trabajadores, sean de esta tierra o forasteros, que viven del sueldo acordado por su labor, la reciban en el momento indicado en el contrato.
En eso el dueño de esta viña es muy justo. Sin importar el horario en que haya contratado a los servidores todos serán recompensados con el salario completo al finalizar el día.
El salario justo está indicado al contratar a los primeros trabajadores, los que están en la obra desde el principio. Por eso, la opinión de estos al recibir lo mismo que los que trabajaron menos es injusta. Se le ha pagado lo prometido, nada menos. Si a los otros se les paga lo mismo no es de su interés.
Los primeros llamados a trabajar para el Viñador, Dios, fueron Abrahán y sus descendientes, luego se llamó a los pueblos paganos, hasta llegar a la época actual, en que todos estamos llamados a este trabajo. Han pasado por esta viña millones y millones de trabajadores, algunos no han realizado su tarea mientras otros la han realizado magníficamente. El salario prometido a Abrahán ha llegado a todos y en la medida que seamos servidores fieles obtendremos el reino de Dios. Todos por igual, sin importar raza, cultura, género ni edad. Sólo basta con aceptar el llamado a trabajar y hacerlo en conciencia.
Dios de la Vida, que amas la justicia, ayúdanos a atraer nuevos trabajadores a tu viña, todos los días, Amén.
Jessica
Tomado de
https://cebiclarzentenochile.blogspot.com/2012/08/mateo-20-1-16-22-agosto-12.html
La Buena Noticia de Cada Dia
Meditación del Papa Francisco
La Iglesia no es sólo para las personas buenas. ¿Queremos decir quién pertenece a la Iglesia, a esta fiesta? Los pecadores, todos nosotros, pecadores, hemos sido invitados. ¿Y aquí qué hacemos? Se hace una comunidad, que tiene dones diferentes: uno tiene el don de la profecía, el otro el ministerio, aquí un profesor… Todos tienen una cualidad, una virtud. Pero la fiesta se hace llevando lo que tengo en común con todos… En la fiesta se participa, se participa totalmente. No se puede entender la existencia cristiana sin esta participación. Es una participación de todos nosotros. "Voy a la fiesta, pero me detengo sólo en la primera sala de estar, porque tengo que estar sólo con tres o cuatro que conozco y los demás..." ¡Esto no se puede hacer en la Iglesia! ¡O entras con todos o permaneces fuera! Tú no puedes hacer una selección: la Iglesia es para todos, empezando por los que he dicho, los más marginados. ¡Es la Iglesia de todos!. (S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2013).
Tomado de
Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo A Para vencer el pecado
07.09.2014 01:38Para vencer el pecado
Mateo (18,15-20):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» Palabra del Señor
Meditación del Papa
Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración en común. Dice Jesús: "Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". La oración personal es ciertamente importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que -incluso siendo muy pequeña- es unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios uno y trino, perfecta comunión de amor. Dice Orígenes que "debemos ejercitarnos en esta sinfonía", es decir en esta concordia dentro de la comunidad cristiana. Debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, como en la oración, para que suba a Dios desde una comunidad verdaderamente unida en Cristo.(Benedicto XVI, 4 de septiembre de 2011).
Reflexión
El capítulo 18 de Mateo está dedicado a un discurso de Jesús sobre la comunidad cristiana, sobre la Iglesia. Para él no tiene sentido vivir el cristianismo en solitario. El mismo Jesús formó a su alrededor un grupo de discípulos y les enseñó a llamarse hermanos, a amar a Dios como Padre y a amarse profundamente entre ellos. Por eso Mateo dedica palabras tan importantes para hablar de la vida de la comunidad.
Cuando Mateo dice ‘si tu hermano peca’ no se refiere a nada en especial, pero sí está pensando en muchos pecados concretos que él vive en su comunidad. Ellos habían diseñado una forma de ayudar a los que cometían los errores para que se corrigiesen, para que se convirtiesen de nuevo al evangelio. Vemos que los asuntos se tratan con mucha delicadeza, primero a solas, porque a nadie le gusta que le corrijan. Después, si esa persona decide no hacer caso, se le insiste en pequeño grupo, para hacerlo recapacitar. Y por último, se le da la oportunidad ante la comunidad. Aquel que desprecie incluso a la comunidad no tiene cabida en ella.
Nos parecen palabras muy duras, pero la verdad es que son muy realistas. Lo más fácil es dejarlo correr, no hacer nada, no ‘meterse en líos’, que cada uno viva como quiera y que a nadie le importe. Pero eso significaría la muerte de la comunidad. Jesús nos convoca, no para que seamos ‘grupos de personas’ que rezan juntas, sino para que formemos una verdadera comunidad de vida y amor. La vida de las otras personas nos tiene que importar; debemos sentir la obligación de ayudarnos a mejorar entre todos y también de dejarnos ayudar.
No es nada fácil, por supuesto, por eso es necesario acudir a la oración. Aquello que pida la comunidad, todo lo que pida por amor, Dios lo concederá.
Domingo 22º del Tiempo Ordinario - Ciclo A
30.08.2014 23:10Mateo (16,21-27):
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
El relato del evangelista Mateo nos dice en primer lugar que el reconocimiento de la identidad de Jesús pronunciado por Simón en nombre de los Doce no proviene "de la carne y de la sangre", es decir, de su capacidad humana, sino de una particular revelación de Dios Padre. En cambio, inmediatamente después, cuando Jesús anuncia su pasión, muerte y resurrección, Simón Pedro reacciona precisamente a partir de la "carne y sangre": Él "se puso a increparlo: [Señor] eso no puede pasarte". Y Jesús, a su vez, le replicó: "Aléjate de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo...". El discípulo que, por un don de Dios, puede llegar a ser roca firme, se manifiesta en su debilidad humana como lo que es: una piedra en el camino, una piedra con la que se puede tropezar. (Benedicto XVI, 29 de junio de 2012).
Negarnos a nosotros mismos, cargar nuestra cruz y seguirlo.
Reflexionemos hoy entorno a estas palabras. ¿Cuándo, dónde, cómo debemos negarnos? Un poco menos de hacer nuestros caprichos siempre, de salir con nuestros gustos, de buscar la vía fácil. Dejar de buscar siempre nuestra comodidad, todo aquello que nos da placer y estar más atento a las necesidades de nuestros hermanos, de nuestros padres, de nuestros amigos, de todas aquellas personas que nos rodean, con las que tropezamos día a día, esperando siempre que nos den algo.
¿Por qué no hoy día, a pesar de todos nuestros dolores, de todos nuestros sufrimientos, de todas nuestras incomodidades y limitaciones, damos un poco de nosotros? ¿Por qué no esforzarnos un poco en ese sentido? Disponernos a dar, antes que exigir que se nos de.
https://www.aqplink.com/roguemos/2008/08/reflexion-mt-1621-27/
Domingo 20º del Tiempo Ordinario - Ciclo A Mateo (15,21-28): DIOS SIEMPRE ESCUCHA MI ORACION
17.08.2014 07:30Mateo (15,21-28):
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó: «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: «Señor, socórreme.»
Él le contestó: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor
Meditación del Papa
La lectura del Evangelio comienza con los detalles sobre la región que Jesús iba a visitar: Tiro y Sidón, el noroeste de Galilea, tierra pagana. Y es aquí donde se encuentra con una mujer cananea, que se dirige a Él para pedirle que cure a su hija atormentada por un demonio. Ya en esta petición, se puede observar un inicio del camino de la fe, que en el diálogo con el divino Maestro crece y se refuerza. La mujer no tiene miedo de gritarle a Jesús "Piedad de mí", una expresión que aparece en los Salmos, lo llama "Señor" e "Hijo de David", manifestando así una firme esperanza de ser escuchada. ¿Cuál es la actitud del Señor frente al grito de dolor de una mujer pagana? Puede parecer desconcertante el silencio de Jesús, tanto que suscita la intervención de los discípulos, pero no se trata de poca sensibilidad al dolor de aquella mujer. San Agustín comenta sobre esto: "Cristo se mostraba indiferente hacia ella, no para negarle la misericordia sino para hacer crecer el deseo". Benedicto XVI, 16 de agosto de 2011.
Reflexión
Cuántas angustias y necesidades experimentamos en la vida. El dolor nos visita, los problemas abundan, las tristezas nos sofocan. ¡Ten compasión de mí, Señor! Es el grito del alma a un Dios que siente lejano.
Sin duda, buscamos una respuesta inmediata. Y nos desalentamos si no llega. ¡Cuántas veces pedimos y, quizás, sin resultado! ¿Por qué Dios no nos escucha?
Nos desconcertamos, llegamos a dudar de Dios y hasta nos desesperamos. ¿No será que Dios nos pone a prueba? ¿Hasta cuánto resiste nuestra fe?
Espera un poco. Insiste. Dios permite esa angustia para purificar tu intención, para que sigas creyendo en Él aunque no te atienda a la primera. La mujer cananea del evangelio seguía a Jesús gritando. Los discípulos perdieron la paciencia y obligaron a Jesús a detenerse para atenderla. Nos sorprende la primera reacción de Cristo.
¿Acaso no se conmovió su Corazón, lleno de misericordia? Desde luego que sí. Pero prefirió esperar y ver hasta qué punto la mujer confiaba en Él. Como su fe era grande, Jesús le dijo finalmente: "que se cumpla lo que deseas".
Tomado de
Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo A ☺ Jesús camina sobre el agua.
10.08.2014 00:01Mateo (14,22-33):
Jesús camina sobre el agua.
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»
Palabra del Señor
Meditación
Meditación del Papa Benedicto XVI
El apóstol Pedro conoció bien esta experiencia, pues la vivió personalmente. Una noche, mientras con los demás discípulos estaba atravesando el lago de Galilea, se vio sorprendido por una tempestad. Su barca, a merced de las olas, ya no lograba avanzar. Jesús se acercó en ese momento caminando sobre las aguas, e invitó a Pedro a bajar de la barca y a caminar hacia Él. Pedro dio algunos pasos entre las olas, pero luego comenzó a hundirse y entonces gritó: "Señor, ¡sálvame!".
Este episodio fue un signo de la prueba que Pedro debía afrontar en el momento de la pasión de Jesús. Cuando el Señor fue arrestado, tuvo miedo y lo negó tres veces. Fue vencido por la tempestad. Pero cuando su mirada se cruzó con la de Cristo, la misericordia de Dios lo volvió a asir y, haciéndole derramar lágrimas, lo levantó de su caída» (Benedicto XVI, 14 de junio de 2008).
Tomado de
¡Sálvame!, una palabra que pocas veces es utilizada de corazón por el hombre, quiere vida en abundancia pero es incapaz de aceptar la salvación que da Jesús por el compromiso que se requiere, por ello Jesús dice a Pedro: Mt 14:31 Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, la duda será siempre el obstáculo que hace que Dios no actué como él sabe hacerlo en el hombre. Una escena que culmina con un Jesús y un Pedro en la barca con los demás discípulos que estaban atónitos y la reacción lógica de quienes han visto una multiplicación asombrosa, sobre natural ahora presencian un hecho extraordinario que sólo compete a Dios y su gesto es la postración, le adoran instintivamente: Mt 14:33 Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios.”
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