Domingo 18º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

02.08.2014 23:43

Mateo (14,13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» 
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» 
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» 
Les dijo: «Traédmelos.» 
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor

Meditación del Papa Francisco 

Cuando los apóstoles le dijeron a Jesús que las personas que habían llegado a escuchar sus palabras estaban hambrientas, los incitó a ir a buscar alimentos y siendo pobres, estos no encontraron otra cosa que cinco panes y dos peces, pero con la gracia de Dios llegaron a alimentar a una multitud de personas, recogiendo incluso los restos y logrando así a evitar cualquier descarte. 
La parábola de la multiplicación de los panes y los peces nos enseña justamente esto: que si existe voluntad lo que tenemos no termina e incluso sobra y no debe ser desechado. 
Por lo tanto queridos hermanos y hermanas les invito hacer lugar en nuestro corazón a esta urgencia, respetando este derecho dado por Dios a todos de tener acceso a una alimentación adecuada. (Cf S.S. Francisco, 10 de diciembre de 2013, homilía en Santa Marta). 

tomado de  

Reflexion 

 Por la tarde, pues, invita a Jesús a los apóstoles a dar de comer a la multitud. En medio del desierto lejano de las aldeas y de las ciudades. Jesús y los discípulos se hallan ante un problema humano muy fuerte: dar de comer a la numerosa multitud que sigue a Jesús. Pero ellos no pueden abastecer las necesidades materiales de la muchedumbre sin el poder de Jesús. Su inmediata respuesta es mandarlos a casa. Ante los límites humanos, Jesús interviene y realiza el milagro saciando a todos los que lo siguen. Dar de comer es aquí la respuesta de Jesús, de su corazón que se hace pedazos ante una necesidad humana muy concreta. El don del pan no sólo es suficiente para saciar a la multitud, sino que es tan abundante que hay que recoger las sobras. En el v.19b aparece que Mateo dio un significado eucarístico al episodio de la multiplicación de los panes: “y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos”; el papel de los discípulos también queda muy evidente en la función de mediación entre Jesús y la multitud: “y los discípulos lo distribuyeron a la gente” (v.19c). Los gestos que acompañan al milagro son idénticos a los que Jesús adoptará más tarde en la “noche en que fue entregado”: levanta los ojos, bendice el pan, lo parte. De aquí se deduce el valor simbólico del milagro: puede considerarse una anticipación de la eucaristía. Además, dar de comer a la multitud por parte de Jesús es un “signo” de que él es el mesías y de que prepara un banquete de fiesta para toda la humanidad. De Jesús, que distribuye los panes, aprenden los discípulos el valor del compartir. Es un gesto simbólico que contiene un hecho real que va más allá del episodio mismo y se proyecta hacia el futuro: el don de nuestra eucaristía diaria, en la que revivimos aquel gesto del pan partido, es necesario que sea reiterado a lo largo de la jornada.

Tomada de