Lunes de la 4ª Semana de Pascua - Ciclo B --- Juan (10,1-10)
Yo soy la puerta de las ovejas
Juan 10,1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.
Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Meditación del Papa Francisco
La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo. Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie. Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: “Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida”. ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera. (S.S. Francisco, 25 de agosto de 2013).
Reflexión
Él es el Buen Pastor, que conoce a cada una de sus ovejas por el nombre y está dispuesto a dejar las noventa y nueve, para buscar a la descarriada. Él es un hombre para los demás. Amar es tan inevitable y irremediable para él como quemar para una llama.
Él es también la puerta de las ovejas. "El que entre por mí se salvará, y encontrará pastos".
Pero para entrar por esta puerta hay que dejar primero que Cristo abra nuestra puerta y entre en nuestro interior, pues sólo sus ovejas, es decir las que le conocen, escuchan su voz, son capaces de reconocer al pastor y encontrar resguardo y sosiego ante los abusos y peligros del mundo.
No tenemos que tener miedo de abrir las puertas de nuestro corazón a Cristo, como Él nos abre las puertas del paraíso. Ni de abrir las puertas de nuestro corazón a los hombres, para que sepan encontrar también en nosotros el amor, que caracteriza los discípulos de Jesús.
Abriendo nuestro corazón a Dios y a todos los hombres, es como pertenecemos al rebaño de Cristo y como podemos entrar por la puerta que nos da la vida en abundancia. El amor es la llave maestra, que abre la Puerta, que abre de par en par el Corazón de Jesús.
tomado de